Comentario
Capítulo XII
120 De la forma y manera de los teucales y de su muchedumbre y de uno que había más principal
121 La manera de los templos de esta tierra de Anáhuac, o Nueva España, nunca fue vista ni oída, así de su grandeza y labor, como de todo lo demás; y la cosa que mucho sube en altura también requiere tener gran cimiento; y de esta manera eran los templos y altares de esta tierra, de los cuales había infinitos, de los cuales se hace aquí memoria para los que a esta tierra vinieren de aquí en adelante, que lo sepan, porque ya va casi pereciendo la memoria de todos ellos. Llámanse estos templos teucallis, y hallamos en toda esta tierra, que en lo mejor del pueblo hacían un gran patio cuadrado; en los grandes pueblos tenía de esquina a esquina un tiro de ballesta y en los menores pueblos eran menores los patios. Este patio cercábanle de pared, y muchos de ellos eran almenados; guardaban sus puertas a las calles y caminos principales, que todos los hacían que fuesen a dar al patio, y por honrar más sus templos sacaban los caminos muy derechos por cordel, de una y de dos leguas, que era cosa harto de ver desde lo alto del principal templo, cómo venían de todos los pueblos menores y barrios salían los caminos muy derechos e iban a dar al patio de los teucallis. En lo más eminente de este patio hacían una gran cepa cuadrada y esquinada, que para escribir esto medí una de un pueblo mediano que se dice Tenayuca y hallé que tenía cuarenta brazas de esquina a esquina, lo cual todo henchían de pared maciza, y por la parte de fuera iba su pared de piedra: lo de dentro henchíanlo de piedra, lodo o de barro y adobe; otros de tierra bien tapiada; y como la obra iba subiendo, íbanse metiendo adentro, y de braza y media o de dos brazas en alto iban haciendo y guardando unos relejes metiéndose adentro, porque no labraban a nivel; y por más firme labraban siempre para adentro, esto es, el cimiento ancho, y yendo subiendo la pared iban ensangostando; de manera que cuando iban en lo alto del teucalli habían ensangostádose y metiéndose adentro, así por los relejes como por la pared hasta siete u ocho brazas de cada parte; quedaba la cepa en lo alto de treinta y cuatro o treinta y cinco brazas. A la parte de occidente dejaban las gradas, y subida, y arriba en lo alto hacían dos altares grandes allegándolos hacia oriente, que no quedaba más espacio detrás de cuanto se podían andar; el uno de los altares a mano derecha y el otro a mano izquierda, y cada uno por sí tenía sus paredes y casa cubierta como capilla. En los grandes teucallis tenían dos altares, y en los otros uno, y cada uno de estos altares tenían sus sobrados; los grandes tenían tres sobrados encima de los altares, todos de terrados y bien altos, y la cepa también era muy alta; parecíanse desde muy lejos. Cada capilla de éstas se andaba a la redonda y tenía sus paredes por sí. Delante de estos altares dejaban grande espacio, adonde se hacían los sacrificios, y sola aquella cepa era tan alta, como una gran torre, sin los sobrados que cubrían los altares. Tenía el teucalli de México, según me han dicho algunos que lo vieron, más de cien gradas; yo bien las vi y las conté más de una vez, mas no me acuerdo. El de Tezcuco tenía cinco o seis gradas más que el de México. La capilla de San Francisco de México que es de bóveda y razonable de alta, subiendo encima y mirando a México, hacíale mucha ventaja el templo del demonio en altura, y era muy de ver desde allí a todo México y a los pueblos de la redonda.
122 En los mismos patios de los pueblos principales había otros cada doce o quince teucallis harto grandes, unos mayores que otros; pero no allegaban al principal con mucho. Unos [tenían] el rostro y gradas hacia otros; otros las tenían a oriente, otros a mediodía, y en cada uno de éstos no había más de un altar con su capilla, y para cada uno había sus salas y aposentos adonde estaban aquellos tlamacazques o ministros, y que eran muchos y los que servían de traer agua y leña; porque delante de todos estos altares había braseros que toda la noche ardían, y en las salas también tenían sus fuegos. Tenían todos aquellos teucallis muy blancos, y bruñidos y limpios, y en algunos había huertecillos con flores y árboles. Había en todos los más de estos grandes patios un otro templo, que después de levantada aquella cepa cuadrada, hecho su altar, cubríanlo con una pared redonda, alta y cubierta con su chapitel; éste era del dios del aire, del cual dijimos tener su principal silla en Chololan, y en toda esta provincia había muchos de éstos. A este dios del aire llamaban en su lengua Quezalcoatlch, y decían que era hijo de aquel dios de la grande estatua y natural de Tula, y que de allí había salido a edificar ciertas provincias adonde desapareció y siempre le esperaban que había de volver; y cuando parecieron los navíos del marqués del Valle don Hernando Cortés, que esta Nueva España conquistó, viéndolos venir a la vela de lejos decían que ya venía su dios; y por las velas blancas y altas decían que traía por la mar teucallis; mas cuando después desembarcaron decían que no era su dios, sino que eran muchos dioses. No se contentaba el demonio con los teucallis ya dichos, sino que en cada pueblo, en cada barrio, y a cuarto de legua, tenían otros patios pequeños adonde había tres o cuatro teucallis, en algunos más, en otras partes sólo uno, y en cada mogote o cerrejón uno o dos; y por los caminos y entre los maizales había otros muchos pequeños, y todos estaban blancos y encalados, que parecían y abultaban mucho, que en la tierra bien poblada parecía que todo estaba lleno de casas, en especial de los patios del demonio, que eran muy de ver, y había harto que mirar entrando dentro de ellos, y sobre todos hacían ventaja los de Tezcuco y México.
123 Los chololas comenzaron un teucalli extremadísimo de grande, que sólo la cepa de él que ahora parece tendrá esquina a esquina un buen tiro de ballesta, y desde el pie a lo alto ha de ser buena la ballesta que echare un pasador, y aun los indios naturales de Cholola señalan que tenía de cepa mucho más, y que era mucho más alto que ahora parece; el cual comenzaron para le hacer más alto que la más alta sierra de esta tierra, aunque están a vista las más altas sierras que hay en toda la Nueva España, que son el volcán y la sierra blanca, que siempre tienen nieve. Y como éstos porfiasen a salir con su locura, confundiólos Dios, como a los que edificaban la torre de Babel, con una gran piedra que en figura de sapo cayó con una terrible tempestad que sobre aquel lugar vino, y desde allí cesaron de más labrar en él. Y hoy día es tan de ver este edificio, que si no pareciese la obra de ser piedra y barro, y a partes de cal y canto, y de adobes, nadie creería sino que era alguna sierra pequeña. Andan en él muchos conejos y víboras, y en algunas partes están sementeras de maizales. En lo alto estaba un teucalli viejo y pequeño, y desbaratáronle, y pusieron una cruz alta, la cual quebró un rayo, y tornado a poner otra, y otra, también las quebró, y a la tercera yo fui presente, que fue el año pasado de 1535, por lo cual descopetaron y cavaron mucho de lo alto, a do hallaron muchos ídolos e idolatrías ofrecidas al demonio; y por ello yo confundía a los indios, diciendo: que por los pecados en aquel lugar cometidos no quería Dios que allí estuviese su cruz. Después pusieron allí una gran campana bendita, y no han venido más tempestades ni rayos después que la pusieron.
124 Aunque los españoles conquistaron esta tierra por armas, en la cual conquista Dios mostró muchas maravillas en ser ganada de tan pocos una tan gran tierra, teniendo los naturales muchas armas, así ofensivas como defensivas de las de Castilla; y aunque los españoles quemaron algunos ídolos, fue muy poca cosa en comparación de los que quedaron, y por esto ha mostrado Dios más su potencia en haber conservado esta tierra con tan poca gente, como fueron los españoles; porque muchas veces que los naturales han tenido tiempo para tornar a cobrar su tierra con mucho aparejo y facilidad, Dios les ha cegado el entendimiento, y otras veces que para esto han estado todos ligados y unidos, y todos los naturales uniformes, Dios maravillosamente ha desbaratado su consejo; y si Dios permitiera que lo comenzaran, fácilmente pudieran salir con ello, por ser todos a una, y estar muy conformes, y por tener muchas armas de Castilla; que cuando la tierra en el principio se conquistó había en ella mucha división y estaban unos contra otros, porque estaban divisos, los mexicanos a una parte contra los de Mechuacán, y los tlaxcaltecas contra los mexicanos, y a otra parte los guastecas de Pango o Pánuco; pero ya que Dios los trajo al gremio de su Iglesia, y los sujetó a la obediencia del rey de España. Él traerá los demás que faltan, y no permitirá que en esta tierra se pierdan y condenen más ánimas, ni haya más idolatrías.
125 Los tres años primeros o cuatro después que se ganó México, en sólo en el monasterio de San Francisco había Sacramento, y después el segundo lugar en que se puso fue en Tezcuco; y así como se iban haciendo las iglesias de los monasterios iban poniendo el Santísimo Sacramento y cesando las apariciones e ilusiones del demonio, que antes muchas veces aparecía, engañaba y espantaba a muchos, y los traía en mil maneras de errores, diciendo a los indios "que por qué no le servían y adoraban como solían, pues era su dios, y que los cristianos presto se habían de volver a su tierra"; y a esta causa los primeros años siempre tuvieron creído y esperaban su ida, y de cierto pensaban que los españoles no estaban de asiento, por lo que el demonio les decía. Otras veces les decía el demonio que aquel año quería matar a los cristianos, y como no lo podía hacer, decíales que se levantasen contra los españoles y que él les ayudaría; y a esta causa se movieron algunos pueblos y provincias, y les costó caro, porque luego iban los españoles sobre ellos con indios que tenían por amigos, y los destruían y hacían esclavos. Otras veces les decía el demonio que no les había de dar agua ni llover, porque le tenían enojado; y esto se parecio más claramente ser mentira y falsedad, porque [nunca] tanto ha llovido ni tan buenos temporales han tenido como después que se puso el Santísimo Sacramento en esta tierra, porque antes tenían muchos años estériles y trabajosos; por lo cual conocido de los indios, está esta tierra en tanta serenidad y paz, como si nunca en ella se hubiera invocado el demonio. Los natural[es] de ver con cuánta quietud gozan de sus haciendas, y con cuánta solemnidad y alegría se trata el Santísimo Sacramento, y las solemnes fiestas que para esto se hacen, ayuntando los más sacerdotes que se pueden haber y los mejores ornamentos; el pueblo adonde de nuevo se pone Sacramento, convida y hace mucha fiesta a los otros pueblos sus vecinos y amigos, y unos a otros se animan y despiertan para el servicio del verdadero Dios nuestro.
126 Pónese el Santísimo Sacramento reverente y devotamente en sus custodias bien hechas de plata, y demás de esto los sagrarios atavían de dentro y de fuera muy graciosamente con labores muy lucidas de oro y plumas, que de esta obra en esta tierra hay muy primos maestros, tanto que en España y en Italia los tendrían por muy primos, y los estarían mirando la boca abierta, como lo hacen los que nuevamente acá vienen; y si alguna de estas obras ha ido a España imperfecta y con figuras feas, halo causado la imperfección de los pintores que sacan primero la muestra o dibujo, y después el amantecatlh, que así se llama el maestro de esta obra que asienta la pluma; y de este nombre tomaron los españoles de llamar a todos los oficiales amantecas; mas propiamente no pertenece sino a éstos de la pluma, que los otros oficiales cada uno tiene su nombre, y si a estos amantecas les dan buena muestra de pincel tal sacan su obra de pluma, y como ya los pintores se han perfeccionado, hacen muy hermosas y perfectas imágenes y dibujos de pluma y oro. Las iglesias atavían muy bien, y cada día se van más esmerando, y los templos que primero hicieron pequeños y no bien hechos, se van enmendando y haciendo grandes; y sobre todo el relicario del Santísimo Sacramento [hacen] tan pulido y rico, que sobrepuja a los de España, y aunque los indios casi todos son pobres, los señores dan liberalmente de lo que tienen para ataviar a donde se tiene de poner el Corpus Christi, y los que no tienen, entre todos lo reparten y lo buscan de su trabajo.